Ruta de la Sierra

Ruta de la Sierra

La ruta de la Sierra pasa por Tavira, Mealha, Ameixial y Alportel, entre otros puntos.

Antes del camino de la sierra, dos carruajes se balancean mientras devoran la brisa que les opone resistencia. Poca tierra y mucho mar, en el camino de Santa Luzia hacia la Playa de Barril, playa dorada de espuma blanca que se avista a lo lejos, después del camino arbóreo. Hay que sumergirse en su tibieza antes de esa gran zambullida en la sierra de los urces, madroños y jaras, con olores cruzados a algarroba y cantueso.

Pero la sierra es también de las gentes.

Resistiendo durante décadas a la llamada del yodo y del azul marino, encontraremos a hombres y mujeres dispuestos a saludar a los forasteros. Nos aproximamos. Son héroes de chaleco y delantal, cabellos blancos bajo sombreros de ala y pañuelos garridos en triángulo. Nos abren la taberna y la vida, nos invitan a sopa de perdiz, nos seducen con los placeres seculares del jabalí, nos amedrentan echando la partida.

También por allí hay Algarve, lejos, muy lejos de la ciudad de los templos donde también nos llevará el viaje. Desde el alto relieve rocoso se ven los rojizos tejados y las alineadas baldosas que personalizan la ciudad del Gilão.

Bajo el cielo más limpio de Europa, hay secretos por contar, en blanco y verde, en cada kilómetro de alquitrán derretido.

Resumen del Recorrido de la Ruta de la Sierra

Dimensión delo Recorrido: +/-115 km.
Itinerario: Tavira » Cachopo » Água dos Fusos » Mealha » Anta das Pedras Altas » Corte João Marques » Ameixial » Besteiros » Catraia » Cortelha » Barranco do Velho » Alportel » São Brás de Alportel » Javali »Pereiro » Foupana » Santo Estevão » Luz de Tavira » Santa Luzia » Tavira.

Acerca de la Ruta de la Sierra

La Ruta de la Sierra, que parte de Tavira, deambulará por la cara orientada hacia el mar de la Sierra de Caldeirão, aliando olivos y almendros, mezclándose estos con las higueras, algarrobos y palmeras. Colinas suaves hasta el mar. Un paisaje impresionante, a veces ondulado, otras precipitándose por barrancos.

En estas tierras, las casas muestran muchas veces platabandas, un frente decorado en la parte superior de la construcción. Unas esconden azoteas, donde se secan los higos y, a veces, el pescado.

Otras son únicamente decorativas. El gusto por el contraste, por la decoración exuberante y por los colores vivos marca las platabandas. “Murmullo de olas y savia, azul y verde, el color siempre sonando en los sentidos” avisa el poeta Emiliano Costa a propósito del Algarve. Encontraremos también chimeneas, de base redonda o bien altas y delgadas como minaretes en miniatura con rendijas geométricas.

En Tavira, el río Gilão divide la ciudad en dos, reunidas entre sí por medio de un bello puente románico que desemboca al lado de la casa consistorial, edificio de arcadas asomadas al jardín, el cual posee un bello templete en el medio. El jardín transcurre paralelo al río hasta el antiguo mercado municipal, ahora transformado en un agradable centro comercial, con tiendecitas de artesanía en el interior y terrazas donde apetece quedarse sin hacer nada.

En el otro lado, se alinea una hilera de casas de estilo palaciego con barandillas de hierro y coronadas por los famosos tejados de tijera. Este es el nombre popular de los tejados a cuatro aguas que constituyen la imagen de la ciudad.

Se supone que fueron marineros que volvían de Oriente los que inventaron estos tejados. Deseosos de exhibir las fortunas hechas con el comercio de especias, la construcción de una casa con forma diferente garantizaba la admiración, y quizá la envidia, de sus conterráneos.

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Este tipo de construcción pasó a conocerse como tejados de tijera, ya que el armazón inicial se parecía a las hojas abiertas de una tijera.

La ciudad tiene calles muy bonitas y son muchas las iglesias que Tavira tiene para mostrar.

El circuito de las iglesias y de los conventos de Tavira constituye por sí solo un bellísimo paseo. Situada en Vila-Adentro, la Igreja Matriz de Santa Maria do Castelo (Iglesia parroquial de Santa María del Castillo) está catalogada como Monumento Nacional. Justo enfrente, la Iglesia parroquial de Santiago es un templo majestuoso de nave única, con un exuberante medallón de conchas en su frontispicio.

La Igreja da Misericórdia (Iglesia de la Misericordia), a su vez, es considerada el mejor edificio renacentista (s. XVI) del Algarve, con un imponente frontispicio.

También está la Igreja de São José do Hospital ou do Espírito Santo (Iglesia de S. José del Hospital o del Espíritu Santo), fundado este en 1425. El templo posee azulejos de 1760 de un interesante estilo rococó. Entre los conventos destacan el Antiguo Convento de S. Francisco (s. XIV) y el Convento de Nossa Senhora da Piedade (Convento de Nuestra Señora de la Piedad) (s. XVI), ambos en el casco histórico.

Igualmente ineludible es una visita al centro de exposiciones del Palacio de la Galería y al Castillo que formaba parte del sistema defensivo de la ciudad, junto con las murallas que la rodeaban, aún visibles por entre las casas y la Puerta de la Misericordia.

La proximidad de la Ría Formosa confiere a Tavira, desde tiempos inmemoriales, ventajas en la pesca y como puerto de abrigo.

La ciudad posee el único arraial existente en el país. Se trata de una construcción donde se cobijaban los pescadores y sus familias y se guardaban los aparejos de pesca del atún. El Arraial Ferreira Neto, hoy transformado en hotel, conservó una de las habitaciones de los pescadores e hizo de ella un museo sobre este arte de pesca ya conocido por los fenicios, genoveses y sicilianos. Los árabes llamaron al armazón fijo para la captura del atún almadraba, de alma (lugar) y darab (matar), o sea, lugar de matanza. El armazón de Medo das Cascas, situado en la costa de Tavira, fue el último en funcionamiento.

La Crónica de la Conquista del Algarve dice que en 1242 Tavira fue conquistada a los moros por Don Paio Peres Correia. La tradición, a su vez, cuenta que el ataque a la ciudad surgió como represalia porque siete de sus caballeros fueron asesinados traicioneramente cuando cazaban en los alrededores.

No llegaron a nosotros vestigios de la ciudad romana de Balsa, que muchos historiadores localizan en Tavira. Lo que se impone en la arquitectura de la ciudad es la herencia árabe. Varias torres de la muralla todavía están en pie y la Iglesia de Santa María fue construida sobre una mezquita.

Nuestro primer objetivo, a la salida de Tavira, es llegar a Cachopo, utilizando la ER 397. Es momento de comenzar a escudriñar las casas de estilo rural en busca de las platabandas. Los frentes de las casas algarvías comenzaron a ser decorados allá por los años treinta del siglo pasado, con colores vivos obtenidos de pigmentos naturales mezclados con cal. El almagre, diluido en tono rosa o rojo sangre de buey, el ocre sencillo del color del sol o quemado recordando la tierra, el negro oriundo del humo y de la ceniza, o el azul luminoso del mar. En cuanto a los motivos decorativos, esos son seculares: la espiga, el ojo o las hojas surgen estilizados.

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La carretera va siguiendo las ondulaciones del barrocal. El desvío hacia Picota nos conduce a un mirador. Palheirinhos dista 4 km y después de una docena más estaremos en Água dos Fusos, ya en la Sierra de Caldeirão. La aldea de Peralva (5 km) es el último punto de referencia antes de Cachopo. En esta pequeña aldea del siglo XVI, al pasar la entrada encontramos la Fonte Férrea, rodeada de frondosos árboles. Ya en la población, el Museo de Cachopo ilustra expresivamente la identidad serrana.

En el taller de tejeduría artesanal Lançadeira, la trama de los ocho telares teje desde pesadas cortinas hasta delicados echarpes. Lino, algodón y lana se trabajan pacientemente. Buscando los talleres del herrero y de los albarderos, de cuyas manos salen sillas y colleras, avistaremos chimeneas con rendijas. El conejo silvestre serrano, la açorda de poejo (sopa de ajo de poleo), la gallina cerejada y los huevos con tomate son algunos de los platos aromáticos que aquí se pueden probar.

Tomando sentido noroeste, por una carretera bordeada por retamas plantadas hace muchos años por los peones, llegaremos a Mealha.

Solo a pie tendremos acceso a los misterios de tiempos pasados de Anta das Pedras Altas. Inesperadamente regresamos a la prehistoria, en este monumento donde se encontraron piedras lascadas y objetos de adorno personal.

Alrededor subsisten las casas redondas, celtas, actualmente usadas como graneros. Con gruesas paredes de pizarra, cuidadosamente compuestas, la cobertura es cónica, de colmo o junco. En un paisaje espectacular, con barrancos hondos y montes altos y redondeados, por entre los alcornoques, el romero, los brezos blancos y las jaras forman un bello colorido.

Continuaremos otros 4 km hacia el noroeste hasta Corte João Marques, un topónimo de sabor alentejano y 8 km después aparecerá Ameixial. La aldea quedó tranquila, oscilando entre el Alentejo y el Algarve. Este es uno de los sitios donde se dice que “el Algarve queda más allá” apuntando vagamente al sur.

En los alrededores, el molino de Chavachã, construido enteramente en pizarra, es uno de los pocos todavía en activo. Está situado junto al río Vascão, en dirección Portela (5 km), con indicaciones en la carretera.

El recorrido sigue ahora por la EN 2 en dirección sur. Nos aparecen extraños topónimos, como Besteiros (ballesteros) y el cariñoso Catraia, sinónimo de muchacha pequeña.

Al aproximarnos a Cortelha, apreciaremos los escalones cultivados y los imponentes eucaliptos. Dos kilómetros nos separan de Barranco do Velho, en tiempos una estancia termal buscada por sus aguas frescas, pero sobre todo una encrucijada en la carretera que en aquel momento era la principal conexión entre el litoral y el interior. Por aquí pasaban los arrieros, en un constante trajinar de mercancías y noticias, desde los tiempos en que hacia el chenchir árabe (huerta y jardín simultáneamente), en el litoral, llevaban miel, aguardiente de madroño y leña. A la vuelta traían pescado seco y en el barrocal recogían higos y almendras.

La majestuosa montanera de alcornoque se escurre por la sierra, y de aquí sale el mejor corcho del mundo. Su bellota alimenta al cerdo ibérico, después transformado en sabrosos jamones y embutidos. Los menús de caza aderezados por las hierbas aromáticas son delicias rurales inigualables.

Con rumbo decidido al sur, pronto llegamos a Alportel, estratégicamente situada, que proporciona una bella vista desde las ventanas del restaurante, donde se puede saborear lo mejor de la cocina regional. Al lado, hay un molino de viento recuperado. De São Brás de Alportel destacaremos su gran importancia como centro de la zona corchera.

Alrededor hay sitios con nombres tan singulares como Tareja (Teresa), Tesoureiro (tesorero), Javali (jabalí), Cova da Muda (cueva de la muda), Desbarato (venta a un precio muy bajo), Mesquita (mezquita) o Soalheira (solana). En estas aldeas se encuentran con facilidad piezas de artesanía o también la repostería regional, en la que no falta el dulce sabor de la almendra y de la algarroba.

La villa conserva testimonios de este largo pasado, en especial en el casco histórico. Palacetes de barandas de hierro y fachadas cubiertas por azulejos alternan con casas de estilo popular. En el atrio de la Iglesia parroquial, que posee un excelente mirador, se realiza anualmente la Fiesta de las Antorchas, una procesión en la que los hombres llevan velas profusamente adornadas con flores.

Tomaremos ahora la EN 270 en sentido este y a 2 km encontraremos la indicación para Mesquita, donde giraremos hacia el sur. El lagar de esta tierra se transformó en restaurante, pero los olivos aún siguen allí. Seguimos hasta Pereiro, a 6 km, Foupana y una minúscula población, Estiramantens, que poco ha cambiado desde el siglo pasado.

Santo Estêvão aparece en un valle de exuberante flora, por donde pasa el río Asseca, que alimenta pequeñas acequias en las que se forman saltos de agua. El más bonito es Pego do Inferno, con cinco metros de altura, una excelente área de ocio y piscina muy profunda, ideal para bañarse.

La carretera termina en la plaza principal de Luz de Tavira, junto a la Iglesia que posee una esplendorosa fachada. Su puerta lateral, de estilo manuelino y cantería trabajada, no se queda atrás.

Se justifica un pequeño desvío hasta la aldea pesquera de Santa Luzia para ver otro templo, pero esta vez erguido por la Naturaleza: un olivo bimilenario, localizado en Pedras d’el Rei. Hacen falta cinco hombres para abrazar el agujereado tronco, que tiene una especie de puerta hacia el interior del árbol. Allí nació espontáneamente un acebuche (olivo silvestre).

Las aceitunas de este árbol sirvieron de alimento y el aceite de ellas extraído alumbró a muchos pueblos primitivos, griegos, cartagineses, romanos, suevos y árabes. Bajo su sombra reposaron cruzados, navegantes, mercaderes y campesinos. Vivirá, con toda seguridad, a lo largo del III Milenio que ahora empieza.

Estamos de nuevo en Tavira, a tiempo para probar la excelente gastronomía de la que inevitablemente destacan el atún, las cataplanas de bivalvos, capturados en la Ría Formosa, y los pescados de la contracosta de la Ilha de Tavira, una playa paradisíaca a la que se accede únicamente en barco. Finalmente, nos endulzaremos la boca con los Don Rodrigo, los morgados de almendra, calabaza y huevo hilado y las miniaturas de pescados, flores y frutos.

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