La Ruta de Caldeirao

La Ruta de Caldeirao

Overview

La Ruta de Caldeirao parte de Loulé y pasa por puntos como Salir, Sao Brás de Alportel y Moncarapacho.

El Algarve también se extiende por encima de las grandes carreteras que lo atraviesan. Allí donde las cigüeñas observan a los hombres desde lo alto de las chimeneas de los hornos de cerámica; allí, junto al murmullo de los ríos que atraviesa en manto verde; allí donde el hombre no arremete contra la madre que le dio la existencia sino que, apaciguado por ella, la desnuda como a un alcornoque, la rasga con los dedos como a un montón de arcilla que será teja sobre los blancos y gruesos umbrales de la zona.

Allí, en el reino de la soledad, lejos del mar de actividad que crece junto al océano, se yerguen los brazos maternales hechos roca, que acarician el Algarve cosmopolita. Y a pesar de todo, hay restos de Alentejo a este lado de la Sierra de Caldeirão, donde ya hierven los veranos de todo el año: entre las jaras y los alcornoques aún se adivina la gran planicie dorada. Pero el perfume del mar ya invade las casas y embriaga a las gentes que lo buscan sin poseerlo. Tantas gentes que en su falda parieron múltiples construcciones de abrigo contra el calor. Y calles y vida, en ciudades y villas como Loulé y São Brás de Alportel.

Resumen del Recorrido de la Ruta de Caldeirão

Dimensión del Recorrido: +/-123 km.

Itinerario: Loulé » Tôr » Fonte da Benémola » Salir » Rocha da Pena» Querença » S. Brás de Alportel » Santa Catarina da Fonte do Bispo» Malhão » Santo Estêvão » Luz de Tavira » Pedras d’el Rei » Fuseta» Moncarapacho » Cerro de São Miguel » Santa Bárbara de Nexe »Loulé.

Acerca de la Ruta de Caldeirão

La Ruta de Caldeirão nos lleva por las ondulaciones de la sierra, entre tomillos, cantuesos y algarrobos, oyendo los riachuelos correr, descubriendo los saberes de los artesanos. Caeremos en la tentación de probar los embutidos tradicionales, observaremos la Ría Formosa y veremos las playas más allá de las islas. Pero todo comienza en Loulé.

Las Murallas del Castillo, de origen árabe pero reconstruidas en el s. XIII y que aún hoy muestran sus tres torres de albañilería, son la primera parada. En el patio encontramos un pozo y el arco de la antigua puerta de conexión con la población. También podemos visitar la Iglesia parroquial, de estilo gótico (s. XIII) y cuyo campanario fue adaptado a partir de un minarete musulmán.

En el centro de la ciudad, el Convento del Espírito Santo funciona como Galería de Arte Municipal. En las tiendas que rodean las murallas todavía se pueden descubrir artesanos que trabajan piezas de cobre o barro, o que venden obras hechas en las aldeas próximas.

Los sombreros y las cestas están hechos de empleita, un arte femenino y una técnica secular.

La palma se trabaja como si se estuviese trenzando el cabello y para un sombrero se necesitan de 5 a 6 metros de trenza fina.

Inicialmente, los cestos de empleita de palma servían para contener el higo, la almendra y la algarroba.

Curioso es el descenso a la mina de sal gema situada en el centro de Loulé. Las galerías alcanzan los 230 y 350 metros de profundidad, en un área de 1.200 hectáreas. La sal extraída fue dejada por el mar que hasta aquí llegaba hace más o menos 300 millones de años. El aire de las minas es terapéutico para las dolencias respiratorias.

En la salida hacia Boliqueime, siguiendo la EN 270, se vislumbra el santuario de la Madre Soberana, ubicado en un otero que también es un excelente mirador. La gente del lugar honra a su patrona con una de las mayores procesiones del sur del país que se realiza desde hace más de 400 años por Semana Santa. Los hombres suben las pesadas andas por la agreste ladera, mientras la multitud entusiasmada saluda lanzando gritos y saludando con pañuelos blancos.

Situada en la tierra a la que llaman barrocal, una zona que queda entre el litoral y la sierra y que se extiende desde la costa vicentina al oeste hasta el río Guadiana al este, Loulé se encuentra en el centro del Algarve, una tierra de gran dinámica comercial, organizada en torno al mercado, de estilo morisco.

Mucho más famoso, de hecho lo más famoso del Algarve, es su Carnaval, con un alegre desfile de carrozas.

En breve llegaremos a Tôr, una pequeña aldea de calles estrechas, con su antiguo puente romano. Recorriendo la ER 524, a la derecha queda el parque natural de Fonte da Benémola, rodeado de fresnos y sauces, chopos y adelfas que se mezclan con el romero, el tomillo y el cantueso. Esta es una Zona Clasificada por la riqueza ambiental que ostenta.

Tomando la salida para Salir, no nos resistiremos a un pequeño desvío hacia Nave do Barão. Vastos campos de almendros ocupan el valle, rodeado por las laderas de la colina, sembradas de escalones.

Poco después llegaremos a Salir, aldea situada a la orilla de la sierra y cuyo origen se pierde en los tiempos. Su castillo guarda vestigios celtas, pero el castro es de origen árabe (s. XII) y son visibles los torreones y la parte de la muralla a la que los lugareños llaman el “Muro de la Sabiduría”.

La gastronomía local es rica y original, y vale la pena probar el xarém con torreznos o la sopa montañera. Los quesos de cabra y oveja o los embutidos caseros componen un entrante perfecto, mientras que el aguardiente de madroño casa maravillosamente con los dulces en los que se utiliza la miel, el higo y la almendra. Una ocasión propicia para conocer Salir es la Fiesta de la Espiga, mezcla de religiosidad y paganismo, con un curioso cortejo etnográfico que se realiza siempre el Jueves de Ascensión.

Al norte de Salir se encuentra otro pequeño paraíso: Rocha da Pena, que es un colorido escaparate de las bellezas del barrocal. Ya se han identificado 390 especies de plantas y cerca de 122 especies de aves.

Para poder escudriñar mejor el lugar sugerimos dar un paseo a pie por entre un paisaje de ensueño. En la cima de la Rocha existen dos construcciones primitivas, probablemente de la Edad del Hierro, y próxima se encuentra la Gruta de Algar dos Mouros. Dice la tradición que los moros se refugiaron allí durante la Reconquista cristiana.

Tendremos que regresar a Salir para tomar la EN 124 y después iremos dirección al sur hasta Querença.

Dicen los más viejos que Querença significa afecto, amor, buena voluntad. Situada cerca de dos ríos, la aldea está llena de encanto y de bellísimos panoramas.

En la plaza principal, la Igreja Matriz de Nossa Senhora da Assunção (Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción) ostenta un bello pórtico manuelino y en su atrio se realiza en enero la Fiesta de las Chouriças, una ocasión única para probar los muchos platos de la sierra.

Siguiendo las indicaciones a la salida de la población y en dirección sur, pasaremos por Porto Nobre y S. Romão, con sus casas alineadas junto a la carretera, según la tradición rural algarvía, hasta llegar a S. Brás de Alportel.

Entramos en la villa y surgen ante nosotros, en el casco histórico, las casas bajas y encaladas, de arquitectura popular, y los edificios palaciegos de los antiguos industriales y comerciantes del corcho, con fachadas cubiertas por azulejos, canterías labradas y barandas de hierro.

Desde el atrio de la Iglesia parroquial se puede admirar la sierra, dispuesta en anfiteatro envolvente. Al lado se encuentra el Jardín del Episcopado también conocido por “Verbena”, con su bonito templete, anexo al palacio construido entre los s. XVII y XVIII para que los obispos del Algarve pasasen sus vacaciones, debido al suave clima de la zona.

Entramos después en el palacio que acoge la Casa de la Cultura António Bentes y el Museo Etnográfico del Traje Algarvío, reviviendo ante su colección de trajes antiguos los días en los que durante el deshoje en las eras se danzaba el corridinho.

El corcho de São Brás de Alportel es uno de los mejores del mundo y se utiliza para los tapones de los champanes más famosos. Los alcornoques se yerguen majestuosos, dejando crecer a su sombra los madroños, un bonito arbolito espontáneo. En otoño, al mismo tiempo que se produce la maduración de los frutos del año anterior, se cubren de racimos de flores blancas. De los encarnados frutos se destila el fuerte aguardiente de madroño.

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En esta pequeña ciudad, es fácil sorprender cuadros bucólicos que retratan un tiempo que pasa despacio y que está lleno de placeres sencillos.

A Santa Catarina da Fonte do Bispo llegaremos circulando por la EN 270, en busca de los tejeros que allí se encuentran desde hace siglos.

Flota en el aire el aroma de la encina o de la cáscara del almendro quemada en los hornos, en los que se cuecen los ladrillos y la teja morisca. En los pomares brotan exuberantes almendros y naranjos, las casas de planta baja muestran pedazos de piedra entre las paredes blancas de cal.

Continuando por la misma vía se llega a Malhão tomando después dirección a Santo Estêvão, que aparece entre pomares de naranjos y, en algunas curvas de la carretera, ya adivinamos la presencia del mar.

Luz de Tavira se enorgullece de sus casas con platabandas, verdaderas obras maestras que denotan influencias del Nuevo Arte.

El frontispicio de la Iglesia parroquial, templo del s. XVI, fue redecorado con una de estas platabandas, mientras que el pórtico lateral, de estilo manuelino, es uno de los más bellos del Algarve.

Tomaremos la EN 125 hasta cerca de la aldea de Pedras d’el Rei y de la Playa de Barril, de aguas cálidas y cristalinas, donde se encuentran las Quintas de Torre de Ares y la de Antas y habría existido la antigua ciudad romana de Balsa, en tiempos de Julio César o de Augusto (s. I a. C.).

El sitio se encuentra a orillas de la Ría Formosa y los restos arqueológicos aquí descubiertos son valiosísimos y se conservan en el Museo de Arqueología de Lisboa.

Volveremos a la EN 125 y, después de ver Alfandanga, saltaremos hasta Fuzeta.

Un corto viaje en barco nos sitúa en la orilla opuesta, en una playa de ensueño, con un arenal que no alcanza la vista.

Hasta Moncarapacho serán pocos minutos y, llegados allí, aprovecharemos para echar un vistazo a la alfarería y al museo parroquial. Hay que subir hasta el Cerro de S. Miguel para, desde lo alto, ver desde Vila Real de Santo António hasta Albufeira, en la vertiente sur. Al norte, la vista se extiende por las ondulaciones de la Sierra de Caldeirão. Tomaremos la sinuosa carreterita de la ladera norte que nos lleva hasta la ermita, casi enterrada en la colina y de líneas muy sencillas. Se atraviesa por Azinhal/Amendoeira un pequeño rincón junto a la serranía de Malhão, se echa una ojeada hacia Estoi, y se llega, por fin, a Santa Bárbara de Nexe.

Toda esta zona constituye un mirador natural y muchas casas rurales fueron reconstruidas para convertirse en imponentes residencias de vacaciones, manteniendo, no obstante sus trazos originales.

Son lugares tranquilos y apacibles, en los que se estableció una gran comunidad extranjera en busca del sosiego y de la amabilidad de las comunidades locales.

En poco tiempo estaremos en Loulé, a tiempo de buscar en la ciudad y en sus alrededores uno de los múltiples restaurantes que mantienen en sus menús los platos de la cocina regional. En julio, el Festival de Jazz de la Casa de la Cultura ameniza las noches. Todavía dentro del municipio, basta con descender un poco más para encontrar el Casino, el puerto de Vilamoura y otras muchas propuestas de animación.

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