Caminos más allá de Barlovento

Caminos más allá de Barlovento

Esta ruta pasa por Silves, Alcoutim, Castro Marim, Vila Real y Tavira, entre otros puntos.

Durante un par de días olvidemos la costa agreste embestida por las aguas espumosas. Deambulemos por los algarves tiernos del ave revoloteante e interceptora, del agua que ahoga conchas en un billón de granos de arena a lo largo de la costa suave.

Enmarañémonos entre las cañas de infinitas sorpresas, enterrémonos en los pantanos de la garza, la cigoñuela y los demás precavidos y vanidosos inmigrantes.

Calentemos los pies desnudos en la arena fina y blanda, y el espíritu en el agua roncera y sosegada, y bebamos allí un poco de Mediterráneo siempre con los ojos en el océano infinito.

Más lejos, en una suave prolongación alentejana, escudriñaremos España en las orillas danzantes del gran río peninsular que allí muere.

Oigamos palmas andaluzas traídas por el viento, espejismos de faldas con volantes y portes altivos sobre grupas.

Pero no olvidemos nunca a las gentes de allí: abrazados para siempre por la suave Sierra de Caldeirão, asientan la vida en la tierra de algarrobos y almendros, solo para ellos, lejos de los mares. En los umbrales de cal, bajo sombras de muros vírgenes y chimeneas con rendijas, entrelazan mimbre y moldean objetos que venden a rubios, presurosos y motorizados viajeros. Visitemos ciudades seculares que se hicieron moriscas y después fueron cristianizadas. Las mil iglesias de Tavira, los mil jardines de Loulé o lo

Resumen del Recorrido de la Ruta Caminos más allá de Barlovento

Dimensión del Recorrido: +/-286 km.

Itinerario: Silves » S. Bartolomeu de Messines » Alte » Salir » Querença » Barranco do Velho » Montes Novos » Cachopo »

Martinlongo » Pereiro » Alcoutim » Guerreiros do Rio » Almada de Ouro » Azinhal » Castro Marim » Vila Real de Santo António » Cacela

Velha » Cabanas de Tavira » Tavira » Moncarapacho » Santa Bárbara de Nexe » Boliqueime » Paderne » Silves.

Acerca de la Ruta Caminos más allá de Barlovento

Los caminos más allá de barlovento son un largo paseo que permitirá a los que en su visita algarvía se quedaron en las tierras más al oeste del Algarve conocer y descubrir otras ciudades, así como múltiples y variados paisajes del este del Algarve.

Aún hoy, los algarvíos no utilizan la habitual designación de los puntos cardinales para hacer esta distinción y poseen términos propios que al principio parecen extraños: a la zona más al oeste de la región la llaman barlovento, mientras que sotavento designa el este.

Estos términos tienen un sabor a mar y con facilidad imaginamos a los marineros intentando saber para qué lado sopla el viento, observando el movimiento de las nubes y el sentido de las olas.

Los términos barlovento y sotavento se introdujeron en el lenguaje cotidiano de esta región, que tiene una cultura de síntesis entre la sierra y el mar.

Otra razón para estos caminos más allá de barlovento radica en que los mapas no describen el olor de las jaras, la sensualidad suave de las faldas de la Sierra de Caldeirão ni el sonido cantarín del acento de Vila Real de Santo António. Para sentirlos, es necesario ir allí y descubrir las otras caras del Algarve.

Esta ruta parte de Silves, la esplendorosa capital que durante el dominio islámico albergó a poetas y hombres de ciencia. En 1063, Al-Mutamid, evocaba así la ciudad:

“…Saluda al Palacio de las Barandas de parte de un doncel

Que siente perpetua añoranza de su Alcázar.

Allí moraban guerreros como leones y blancas gacelas

¡Y en qué bellas selvas y en qué bellas cuevas!…”

Aunque con otra perspectiva, un cruzado que realizó la crónica de la conquista de la ciudad por los cristianos en 1189 se mostraba

igualmente maravillado:

“Silves… se erguía en anfiteatro, en su esplendor de ciudad asiática,

con las fachadas árabes de los palacios resplandeciendo al sol casi

tropical, con sus terrazas y minaretes, sus calles repletas de bazares,

y debajo y alrededor, los pomares repletos de almendros, naranjos e

higueras, y en la cima, recortándose sobre el fondo azulado de la

serranía, el Alcázar de piedra rojiza, asentado sobre terreno

escarpado y coronado por el torreón grande…”

Pasados ochocientos años, y ahora sin los fulgores del ayer, Silves mantiene un halo mágico y conserva intacto el Alcázar (castillo) que Al-Mutamid añoraba y que el cruzado tanto admiraba.

Iremos por la EN 124 hasta S. Bartolomeu de Messines, que queda a unos 25 km. La villa está anidada junto a la montaña de Penedo Grande, en la Sierra de Caldeirão, y allí nació el poeta y pedagogo João de Deus. Es casi obligatoria una visita a su Casa Museo. En el exterior, deleite la mirada ante la arquitectura popular en las callejuelas a las que se accede pasando por el Arco de Remexido.

Curiosa es, sin duda, la historia de la Ermida de S. Sebastião (Ermita de San Sebastián), erigida para protección de pestes y malarias todavía en el s. XVI. Y para apreciar un soberbio panorama de la villa, hay que subir hasta la Ermida de Nossa Senhora da Saúde (Ermita de Nuestra Señora de la Salud), templo del s. XVIII.

Para los golosos, es momento de probar los famosos hojaldres de Messines o la miel con sabor a naranjo, cantueso y romero.

En los alrededores de la villa se respira la tranquilidad de la sierra.

Los cerros redondos al norte están cubiertos de alcornoques, madroños y encinas. Al sur queda la zona del barrocal, de tierra roja y fértil, de los naranjos y de los pomares de higueras, almendros o algarrobos.

Bellezas naturales que invitan a paseos a pie, a caballo o en bicicleta pasando por los refrescantes espejos de agua de las presas del Funcho y del Arade. Una vez allí, también se puede alquilar una canoa.

Un dato curioso: en Benaciate, a escasos kilómetros de Messines, se encontró una de las más importantes estelas con registros de la escritura del sudoeste peninsular, hasta hoy indescifrada.

La próxima parada es Alte, a unos 15 km al este, siempre por la EN124. Ya estamos en plena Sierra de Caldeirão, y este es un Algarve diferente. Las olas del mar son sustituidas por olas de tierra, cerros entrecortados por valles hasta el lejano anfiteatro, azulado por la neblina, de los picos más altos de la sierra.

Son variados los verdes, es diferente la brisa al transportar el polen de los cardos y el olor del cantueso. Se escuchan mil murmullos del abejaruco que excava su nido en los taludes del terreno, del picapinos y de los herrerillos. Se considera que existen en estos matorrales de la sierra más de 390 especies de plantas, muchas de ellas medicinales o aromáticas. ¡Y qué bellas son las enredaderas de la rosa albardera, qué delicadas surgen las orquídeas salvajes, qué rico es el olor del romero!

Las calles de Alte justifican un paseo a pie para ver las chimeneas y las platabandas, detalles pintorescos de la arquitectura tradicional.

Tintinean en cascada liviana las aguas de Fonte Grande, se siente toda la frescura del valle del río Alte.

Un desvío de 3,5 km en el camino a Santa Margarida nos lleva al taller de artesanía “Torre” donde se hacen muñecos de madera. La Casa da Memória y la Oficina de Cerâmica muestran la cerámica y azulejería para dar a conocer un poco más Alte. Y sería un pecado no probar los deliciosos dulces y bollos, en particular de almendra y miel, en las pastelerías locales.

Llegó el momento de partir, pasando por Benafim y por Rocha da Pena, una cresta calcárea de 479 metros de altitud, una rasgadura furiosa en los oteros suaves, indomable y bella. Después de un tramo de 15 km por la misma carretera, descubrimos Salir.

El escritor Raul Proença, decía a propósito de esta zona: “Es realmente un mar de montañas lo que vemos, pero un mar de montañas todas iguales, equidistantes y redondas y tan suaves que se diría que están hechas de terciopelo. Hay grandeza y al mismo tiempo suavidad, algo de caricioso y de blandura en esa extensión enorme que nos arrebata y nos subyuga”.

Falta solo un apunte sobre el Castillo de Salir, construido en tierra habitada por los celtas, que los árabes ampliaron en el s. XII hasta el punto de precisar defensa.

En este momento el viaje se desvía a la EN 525 y después de pasar Tôr y su bello puente antiguo, seguiremos por la EN 524 en dirección a Querença, pasando por el lugar catalogado de Fonte da Benémola.

Es un área protegida, de gran riqueza natural. Hay fresnos, sauces, tamarindos, cañaverales, zarzales y adelfas.

En las pendientes del valle que ladean el río, crecen los algarrobos, el tomillo, el romero y los carrascos. En las orillas, las nutrias comparten el espacio con el martín pescador, los herrerillos, las garzas y los abejarucos.

De camino hacia Querença (9 km), en una típica aldea algarvía encaramada en un cerro, existen diversos restaurantes donde la gastronomía es un patrimonio incontestado. Difícilmente se conoce la cultura de un pueblo si no se conoce su gastronomía. Por eso, este es un lugar ideal para unas sabrosas clases.

En la Fiesta de las Chouriças (morcillas), llena de colorido, resuena el parloteo dulce y cantarín de las gentes de la sierra. En la aldea se fabrican uno de los más apreciados embutidos de la región y las muñecas de trapo, vestidas con los trajes tradicionales representando varias profesiones. Las chimeneas y las platabandas ricamente trabajadas dan a esta tierra un aura de tradición intacta.

Muy cerca se encuentran las grutas de Salustreira y la pequeña iglesia dos Mouros, una gruta en forma de templo. Continuando la navegación por el mar de montañas de la Sierra de Caldeirão, saliendo de Querença se toma la EN 396 hacia el norte hasta el

Barranco do Velho, que fue lugar de encrucijada de las carreteras entre el litoral y el interior algarvío. A escasos 4 km se sitúa Montes Novos, donde el madroño es mejor que en ningún otro sitio, como reivindican los que realizan la destilación de los frutos.

Llegamos a Cachopo, 22 km después y por la misma carretera, que serpentea por entre las jaras hasta Fonte Férrea, un lugar muy bonito con grandes árboles, sombras y agua, ideal para jugar, enamorarse y dar rienda suelta a la imaginación. El museo local retrata los saberes tradicionales de la sierra y, para llegar allí, se pasa por entre casas de pizarra o encaladas, con eras y chimeneas con rendijas.

Las tejedoras de Lançadeira tienen su taller en pleno centro de la aldea. En el desvío hasta Mealha (9 km) se ven construcciones circulares, un tipo de vivienda primitiva con gruesas paredes de pizarra y tejado cónico, hecho de colmo o junco. Allí cerca queda Anta da Masmorra, situada junto a los molinos, y Anta das Pedras Altas, ambas monumentos prehistóricos.

Después de 16 km estaremos en Martinlongo. El altiplano donde se desarrolló la aldea es bello, por agreste y extenso. En el taller A Flor da Agulha, las mujeres inventan muñecos de yute que representan a los habitantes de la aldea, su vestuario, sus ropas y profesiones.

Pruebe la dulce miel de cantueso o los olorosos quesos de cabra. Pasaremos por Pereiro sin olvidar que esta región del nordeste algarvío, de tierras tan poco pobladas, en el siglo XIX era coto de gente endeudada. Les bastaba firmar una declaración en el ayuntamiento de Alcoutim y comprometerse a defender la frontera para no tener que cumplir las suertes militares.

Ya va siendo largo el paseo por entre las tierras áridas y por eso sienta bien llegar a Alcoutim y a la orilla del río Guadiana.

La villa está a orillas del río, coronada por el castillo que se remonta a tiempos del Al Gharb. Enfrente está San Lúcar del Guadiana, en otra margen y en otro país. Son muchos los secretos que estas márgenes guardan desde los tiempos del contrabando. Y antes de ellos o simultáneamente, las guerras fronterizas. Hoy en día, los lazos más fuertes son los de vidas hace tanto tiempo entrecruzadas que más que vecinos son familia.

barlavento1 barlavento

Descansa la vista en las aguas del Guadiana y en la muralla del castillo que hace las veces de excelente mirador. Allá al fondo, la playa fluvial resulta tentadora. La leyenda de la mora encantada, un tema común a todo el Algarve, cuenta en Alcoutim que “la bella sarracena quedó penando en el castillo viejo, guardando un gran tesoro”.

El hechizo para desencantarla y quedarse con el tesoro solo funciona venciendo a un monstruo en un combate entablado a la vera de dos encinas carcomidas por la edad, en la noche de San Juan (anterior al solsticio de verano), utilizando únicamente un puñal o espada. Hasta hoy, tal es la fuerza del imaginario que muchos candidatos lo intentaron, sin conseguirlo, debido a fuertes nieblas que esconden el lugar.

Los árboles ya se han cortado, pero estos, obstinadamente, vuelven a brotar. Y aún están allí, albergando no se sabe qué prodigio, guardianes del tesoro y del encantamiento de la desdichada mora.

Sucumbirá a la gastronomía del nordeste, aderezada con hierbas aromáticas. Pruebe este menú: de entrante, un queso de cabra o una chouriça (morcilla), aceitunas y pan casero, seguido de una açorda (sopa de pan con cilantro y ajo) de gallina de campo o una calderada de lamprea y, de postre, los dulces típicos de almendra e higo. Y ahora sí, es momento de continuar.

Se toma la carretera de la costa, pasando por Guerreiros do Rio, con su museo sobre las artes pesqueras, hasta la desembocadura del río Odeleite. En las callejuelas escarpadas, los cesteros trabajan en las puertas. Si disponemos de más tiempo, seguiremos por la ruta de las tahonas y de las acequias del río hasta la presa, y saldremos ganando.

Ahora pondremos rumbo a Almada de Ouro y después a Azinhal, recorriendo menos de 6 km. El encaje de bolillos de Azinhal o la cestería de caña nos hablan de obras hechas con calma.

La Reserva Natural do Sapal de Castro Marim y Vila Real de Santo António es uno de los lugares preferidos por las aves migratorias.

También encontraremos el vuelo de increíble belleza de las cigüeñas o las nubes rosadas de flamencos. La Reserva, la primera creada en Portugal en 1975, engloba un territorio de estuarios y pantanos; un hábitat hecho a la medida de muchos animales de la tierra, el aire y el agua. La sal, retirada por métodos tradicionales, centellea a la luz del sol, blanca e inesperada entre el verde de los campos y el azul del río.

Y aquí estamos en Castro Marim, una de las villas más antiguas del Algarve. El fuerte de San Sebastián y el Castillo de Castro Marim, cada uno en su colina, eran defendidos por un conjunto de murallas.

Desde sus muros se ven las “tierras de España y arenas de Portugal”, como rezaba el grito del gaviero de las carabelas, celebrado en una canción popular. Se olvidó el joven de hablar de la belleza de los estuarios y de las salinas, con la blancura de Vila Real de Santo

António y de Ayamonte que brilla allá al fondo, entre las aguas del Guadiana y las del Atlántico.

Vila Real de Santo António repite la receta de Alcoutim y tiene enfrente a la española Ayamonte, con el Guadiana de por medio.

El corazón de su casco histórico es la antigua plaza real, hoy Plaza Marqués de Pombal, que exhibe una magnífica calzada portuguesa con el suelo radiado, blanco y negro. En la costa, el faro, con más de 40 metros de altura, proporciona una amplia vista de todo el pinar circundante, la desembocadura del río Guadiana, el Atlántico y la vecina España.

Frente a las magníficas playas, se encuentra Mata de Monte Gordo, un pinar con un habitante especial: el camaleón, una protegida por estar en peligro de extinción. Si se los encuentra, trátelos con cuidado. Su captura no está permitida.

Tierra de comidas sabrosas, recordamos los famosos platos confeccionados a base de atún, como la estupeta, la mojama (lomo seco y prensado), o una espinheta (guiso con patatas), no sin antes probar unas almejas abiertas al natural. En cuanto a los dulces, desde los carriços a los bollitos de amor o las tortas de almendra, se quedará con ganas de más.

Aquí podremos tomar la opción de seguir por la Vía do Infante (70 km) hasta cerca de 3 km de Silves, donde iniciamos este recorrido, en caso de que se desee un regreso más rápido. La cuestión es que por una vía rápida los deliciosos detalles que nos sorprenden no pueden ser debidamente apreciados.

La EN 125, más lenta, nos lleva hasta Cacela Velha (12 km), una aldea antiquísima implantada en la cima de un peñasco que hace frontera con la Ría Formosa. Aquí comienza el Parque Natural que se extiende hasta la península de Ancão, al oeste de Faro. Islas, estuarios, playas… la ría es un verdadero paraíso que conoceremos en una Ruta especialmente dedicada a ella.

Cacela es una minúscula aldea encaramada en lo alto de un peñasco sobre el mar envuelta por un portentoso paisaje, una joya intacta a lo largo de los tiempos. En la plaza central está la cisterna, de origen medieval, que es el corazón de la aldea. La fortaleza fue edificada en 1794 y la Iglesia parroquial muestra un portal renacentista y un interesante conjunto de arte sacro.

Este es el lugar adecuado para apreciar las más bellas puestas de sol del Algarve, mientras se degustan deliciosas ostras, suculentas almejas, fresquísimo pescado a la parrilla o un sabroso plato de marisco salteado.

Cabanas de Tavira (a 6 km hacia el oeste) es un pueblecito de pescadores con una playa magnífica, accesible únicamente por barco.

Pasaremos por Tavira, a ciudad que se asoma al río Gilão, con sus tejados de tijera y sus múltiples iglesias. Por ser tan bella, la ciudad merece una visita pausada y atenta por entre las callejuelas del casco histórico, los apacibles jardines y la maravillosa playa de la Ilha de Tavira.

Moncarapacho se sitúa al norte de la EN 125, y para llegar hay que tomar el desvío junto a Fuzeta que da acceso a la Vía do Infante y después seguir las indicaciones. Tierra de pomares, tiene como visitas obligatorias a la cinco veces centenaria Iglesia parroquial y el Museo Parroquial, con restos arqueológicos y preciosos ejemplos de arte sacro, numismático y etnográfico.

En la salida norte de la villa y después de echar un vistazo a la alfarería, giramos hacia el Cerro de S. Miguel o Monte Figo, a 411 metros por encima del nivel del mar. En un día claro, la línea de la costa se desdobla ante nuestros ojos, esparciéndose las ciudades de Olhão y Faro por la campiña.

Difícilmente se encontrará un lugar donde la puesta del sol tenga una miríada tan grande de cambiantes, iluminando un paisaje tan diverso, del Algarve de la playa hasta el Algarve de la sierra, pasando por el barrocal.

En el cruce central de Moncarapacho se encuentra el desvío que nos lleva en pocos minutos al Palacio de Estoi, el único ejemplar de la arquitectura romántica del Algarve. Una suntuosa construcción del s. XVIII rodeada de bellos jardines y un interesante conjunto de estatuas, como el tríptico de las Tres Gracias sobre una concha, copia de una obra del escultor italiano António Canova (1757-1822).

A menos de 1 km se encuentran las ruinas romanas de Milreu (s. II d. C.), una faustosa villa de un patricio, con termas de bellos mosaicos, así como las ruinas de una basílica cristiana del s. IV, construida sobre el templo romano.

Ahora tomamos dirección oeste, y en el cruce con la EM 520-2 seguimos de frente. Recorreremos 7 km por una carretera que discurre por el medio de la ladera del barrocal, como si de un mirador constante se tratase, y ahí está Santa Bárbara de Nexe. Aquí el oficio de empedrador es una tradición.

De estos modestos artífices de la piedra salen obras maestras que embellecen las plazas de innumerables ciudades, revestidas con la típica calzada portuguesa. Por la EN 270, pasando por Loulé, llegaremos a Boliqueime. Aparentemente, la palabra Boliqueime sería una deformación de la expresión italiana “ojos de agua”. La capilla y el arco del crucero de piedra bien labrada son un patrimonio que merece una visita.

Hasta Paderne, nuestra próxima parada, hay apenas 8 km. Esta tierra quedará para siempre inscrita en la historia de Portugal porque su castillo es uno de los que figuran en la bandera nacional. Allá, desde lo alto, se divisa la aceña y la acequia del río Quarteira con un molino de agua, ingenio más antiguo que los molinos de viento.

Un recorrido pedestre de 4 km en torno al castillo y que pasa por el puente medieval desvela misterios de la fauna y de la flora de la región. Desde Paderne seguiremos por la EM 524 en dirección a Algoz y ahí cogeremos la EN 269, que en este tramo posee varios miradores y que nos llevará de nuevo a Silves.

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